Pongamos en contexto el tema, polémico, pero un ejemplo en el mundo civilizado por su carácter, firmeza y poder de decisión.
Bukele es hijo de un intelectual, doctor en Química y de religión islámica.
Antes de iniciar su carrera política, fue un gran publicista, un individuo fabricado y predestinado para la época actual, para la libertad de El Salvador.
Es el hombre ideal que combina la sencillez de su personalidad con un carácter recio, inteligencia y una valentía superior a la media de los humanos, con la capacidad de decir las cosas por su nombre. Esto lo demostró como alcalde en dos períodos y jurisdicciones distintas.
Bukele pertenecía al partido muy conocido de Farabundo Martí, uno de los partidos tradicionales de El Salvador.
¿Cómo llegó a la presidencia de El Salvador?
Bukele se postuló a la presidencia contra el partido que lo vio nacer y que lo llevó dos veces a la alcaldía, y ganó la presidencia, iluminando el territorio de El Salvador tras una larga oscuridad. Dio a las pandillas delincuenciales un plazo para entregarse a la justicia; quienes no lo hicieron, terminaron en prisión. Más de 50 mil delincuentes fueron encarcelados, a pesar de múltiples protestas de organizaciones de derechos humanos a nivel nacional e internacional.
Lo demás es historia, pero lo que les comparto a continuación es su actuación en uno de los eventos internacionales sobre derechos humanos, donde una de las activistas globalistas más famosas y polémicas del mundo —reconocida defensora de las fronteras abiertas— expresó con insistencia que los gobiernos deben rendirse ante las ONG extranjeras, y criticó constantemente la política de El Salvador y de Bukele.
En este evento, la activista internacional afirmó con voz firme y sonrisa burlona:
—Señor presidente Bukele, ¿cómo justifica usted ante la comunidad internacional los constantes reportes de violaciones a los derechos humanos bajo su gobierno? ¿Y qué tiene que decir sobre el cierre sistemático de oportunidades para que organizaciones internacionales operen en su país? ¿No teme aislar a El Salvador del mundo civilizado?
Estas palabras cayeron como un balde de agua fría. El público se quedó expectante.
Todos esperaban ver a Bukele tartamudear, esquivar o cambiar de tema, pero no. Su respuesta no solo cambió el curso de la entrevista o conferencia, sino que desató un fenómeno global imposible de detener.
Bukele dejó hablar a la activista, le permitió explayarse y no la interrumpió. Cuando le tocó responder, respiró profundo y soltó una leve sonrisa, una de esas que anuncian tormenta. Porque Bukele no es de los que se quedan callados, y mucho menos ante provocaciones planeadas desde los escritorios de quienes pretenden decirle a su país cómo debe vivir, cómo debe pensar y quiénes deben gobernar.
Lo que nadie sabía era que la respuesta estaba a punto de marcar historia. Clavó los ojos en la activista y, con voz firme y pausada, disparó:
—Mire, señora, con todo respeto, pero El Salvador no va a seguir siendo el laboratorio de ideologías fracasadas. ¡Ya basta! Aquí se acaban las recetas importadas que solo sirvieron para hundirnos durante décadas. No aceptamos que nos vengan a imponer agendas que ni siquiera funcionan en sus propios países.
El silencio fue inmediato, como si el aire mismo del auditorio hubiera desaparecido. Su respuesta fue replicada en el mundo entero.
Ese es el fenómeno Bukele: no sigue el guion de la élite mundial, y debería ser emulado por nuestros gobernantes, aunque en su gestión pueda ser objeto de ciertas críticas por acciones que podrían vulnerar la norma.